domingo, 22 de abril de 2012

La sonrisa de las campeonas

Como siempre en esos viajes, era la parte trasera del autobús donde reuní a todas las jugadoras del entonces Cadete Regional Femenino. Por un momento me puse serio y les expliqué que por el inexplicable formato de esa liga, si perdíamos esa mañana en Guadalajara nos quedábamos fuera de nuestro objetivo de ser campeonas. No recuerdo bien, pero creo que no les conté toda la verdad. Mi intención era intentar motivarlas tras unos meses complicados de lesiones, entrenamientos, partidos...El caso es que se bajaron del autobús y como siempre Paco Romero y yo estábamos cagados. Ellas calentaban, la grada nos recriminaba no se que historia de unos DNI y había hasta tambores en aquella mañana de invierno en el frio pabellón de Salesianos. 

Vuelvo al calentamiento: ellas se reían, aunque en la rueda ya empezaron a ganar el partido. Al final, vencimos por 33 puntos. Luego vendría la final regional y el intersector en Alcázar. De la final regional recuerdo que yo me cabreé mucho porque no entendía su felicidad tras perder una final. Ellas estaban felices porque jugarían su segundo campeonato de España, y no dudaron en volver a mojarme entero, como en la final provincial del año anterior. Yo decía que podía ser falta de ambición, pero no, era una filosofía. Era saber que ya habían conseguido ganar y que solo querían disfrutar. Celebrar. Y pasado el tiempo creo que esa ha sido siempre una de las claves no solo de este equipo sino de muchos otros. La de celebrar lo que se consiga sea mucho o poco. La de formar un grupo de amigos sobre un equipo de baloncesto. La de crecer juntas, vivir muchos momentos buenos y otros malos. La de guardar cada buen recuerdo como una historia indispensable. 

Durante mucho tiempo se las ha visto como sobradas. Independientes a todo lo demás. En su burbuja y en su equipo, sin necesidad ni intención de necesitar a nadie más. Cierto es que no por lo buenas que son se les debe permitir todo y ahí tenemos todos la culpa. Los que estuvimos, los que están y los que a veces aparecen y desaparecen. Lo bueno no debe hacer olvidar lo malo, o lo mejorable. 

Y al final, esta impresionante generación del 94 y 95 pasa a la historia siendo campeonas regionales y acudiendo a su tercer campeonato de España. Muy poquita gente podrá decir eso, que ha jugado tantas finales y tantos partidos importantes. Nadie o muy poquitos podían pensar que tras una temporada sin oposición iban a llegar tan fuertes al final. Y quizás nada les podía motivar ya para volverse a apasionar. Pero han sido las inoportunas lesiones de Nuria Vela y Mónica Castellanos las que les ha devuelto ese hambre por querer ganar. Esas ganas de querer luchar y esa demostración de su innegable calidad. 

En un torneo perfecto han ganado al anfitrión, demostrando su magia en un partidazo para enmarcar. Consiguiendo que todas las jugadoras fueran y se sintieran importantes y reafirmando que la sonrisa de amistad que mantienen fuera de la pista las ha hecho campeonar dentro de la misma. 

Por eso hoy celebran, hoy sueñan y hoy recuerdan. Hoy vuelven a ser protagonistas de la mejor historia jamás contada. La suya propia. La de un grupo de niñas, que fueron chicas y ahora visten como mujeres. La de unas amigas que tienen el baloncesto como la mejor excusa para desarrollarse juntas y con una familia que somos todos los que hoy nos sentimos orgullosos de haberlas visto y haberlas disfrutado. Son ellas, las que rien, las que han ganado esta historia cuyo premio tan solo es recordar para siempre su sonrisa, la de las campeonas.